El actor cubano Luis Alberto García relata que sufrió un accidente en Cuba el pasado 5 de octubre y culpó al mal estado de las calles.
«Realmente no tenía pensado comentar nada de lo que viene a continuación, pero viendo en el Noticiero Nacional de Televisión la noticia sobre el último gran accidente de tránsito en el cual un autobús se volcó, dejando un saldo de 20 personas heridas y escuchando las vivencias de los implicados en el mismo, comenzando por las del propio chofer que dijo en cámara que evadió dos baches infernales y cuando se decidía a sortear un tercero perdió el control del vehículo, decidí compartir mi historia acerca del accidente que tuve el pasado viernes 5 de Octubre. Con suerte, puedo contarlo» dijo Luis Alberto García.
A continuación, la narración de lo que paso a Luis Alberto García:
7:30 pm. A esa hora más nocturna que diurna porque ya se acerca el cambio de horario, salí con mi novia Deymi (estamos casados pero odia las palabras esposa y cónyuge y “señora” le provoca arqueadas), nuestras dos niñas Vida y Viola, de 6 y 7 años y hasta nuestra perrita Pelusa, hacia San Antonio de los Baños, pueblito en el que reside mi suegra y lugar de nacimiento del Ayatollah Rodríguez, en mi “poderoso” Peugeot de 1990, al que mimo con el sobrenombre de Compay Tercero, porque siempre está roto y lleno de achaques. Padece de la presión, del corazón, tiene problemas digestivos y ortopédicos, leucemia, Alzheimer (se le olvida que los autos deben arrancar) y lidia con una polineuritis crónica. La obsolecencia tecnológica tiene en él un ejemplo de culto. No es un auto. Es un hijo de la gran puta. Un amoroso regalo que me han hecho por mis inestimables servicios a la cultura nacional. ¿Por qué tengo un auto así? Bueno… porque esto es bonito, lo que hay es que entenderlo. Necesitaría páginas y páginas de amarguras y desaires y ninguneos y no estoy pa´eso. Además de que, en comparación con la gran mayoría de los ciudadanos de a pie, puedo darme con un canto en el pecho por tener en qué moverme.
El camino a la que un día fue Villa del Humor (me encanta ese pueblo y su gente) lo conozco de sobra porque lo recorro con asiduidad. O eso creía yo hasta la semana pasada. Siempre ha sido oscuro. Tenebrosamente oscuro. Negro como teléfono Kellog. No hay un puto poste con una farola que valga la pena desde que uno atraviesa el puente del antiguo Autocine Novia del Mediodía hasta la entrada a San Antonio de los Baños. Y las señales en el asfalto, que no son retrorreflectantes y si lo fueran no tendrían luces que reflejar, se desdibujan en muchos trechos. El único sitio con algo de iluminación es el Punto de Control de la Policía cercano al pueblo.
Tiene esa vía los peores baches que haya visto jamás. Tres años atrás haciendo el viaje a la inversa, del Ariguanabo a La Habana en una tarde de lluvia, pasando por delante del Hotel La Mariposa se reventaron los dos neumáticos izquierdos de Compay al caer en un pozo que parecía un inofensivo charco en medio de la carretera, justo dónde comienza el puente sobre la autopista a Pinar del Río. Sí. Leyó bien. UN POZO. También escapé de la muerte ese día. Y me tocó confraternizar y echar pestes de todo lo humano y lo divino y hasta del gobierno con otros tres choferes con sus autos tan averiados como el mío. Todo un drama dentro de una tragedia mayor, porque aquella tarde llevaba a mi suegro al Hospital Oncológico para la que sería su última consulta antes de “convertirse en estrella” y para añadir más estrés teníamos que buscar a las niñas en su escuela y no llegamos a tiempo.
Sigo. Salimos de casa por toda la calle 25, anocheció y comenzó la tensión y mi atención. Pasamos por delante de la UCI (Universidad de las Ciencias Informáticas) relativamente despacio (70 km por hora) porque no se ve un burro a tres pasos y tienes que tener en cuenta varias cosas:
– Viajas con las personas que amas y quieres cuidarlas.
– Ya dije que a Compay no puede exigírsele mucho. No es coche de dirigente ni nada que se le parezca. Es un carro “matungo” de un artista que no está considerado entre los de La Gran Escena y el pobre, hace como que va rápido.
– Muy pocos choferes de los autos, camiones y autobuses que se te vienen de frente hacen los cambios de luces pertinentes porque ellos tampoco ven bien, sumergidos en tanta negrura.
– Los hay que no te quitan la luz larga, cegándote literalmente, porque no les da la gana o porque le han cogido el gusto a ese jueguito tenebroso, infantil, estúpido, absurdo, delincuencial y “reguetoneril”, de poner a competir sus poderosos faros con los tuyos. A ver quién tiene la larga más larga. Quién es el Rocco Sifredi de los bombillos. Porque sus halógenos o sus “led” son el último grito de la moda y ellos se gastaron “un melón” en comprarlos la semana pasada y por tanto hay que cegar al imbécil que viene por ahí. Lo más grande. La estulticia con guadaña.
– Ocasionalmente descubres en medio de la penumbra peatones que van por el borde de la carretera o esperan, alzando una mano con un billete en medio de la noche, a un alma caritativa que los recoja o personas que van en bicicleta sin un solo plastiquito que refleje las luces de los autos y no está bien arrollarlos.
– Transitan jinetes y las famosas “arañitas”o hay ganado suelto pastando cerca o atravesando la vía. Entrarle a una vaca de frente es de lo más peligroso que hay (vale lo de peligroso para todas las variantes de “entrarle”) y Compay NO ESTÁ NI ESTARÁ ASEGURADO. Soy enemigo jurado de la ESEN (estuve pagándoles durante más de 25 años la más alta de las pólizas y un buen día me dijeron alegremente que mi auto estaba en tan mal estado que ya no les interesaba seguir asegurándolo. En todo ese tiempo nunca tuve accidentes, por lo cual jamás tuvieron que sacar ni un centavo de sus arcas. Luego supe que la única manera de conseguir que “el Seguro” te cambie tu vehículo es que quede destrozado en un accidente y tú, milagrosamente vivo, luego de un largo proceso en el que serás un culpable que debe demostrar su inocencia y no al revés. Para mí, son ladrones de cuello blanco).
– Y por último que, huyéndole a los baches, no se respetan las sendas y tienes que estar muy atento para jugar “a las trencitas”. El que viene de frente o marcha delante de ti esquivándolos, pasa a la derecha, tú a la izquierda, él a la izquierda y entonces tú a la derecha. Un vacilón.
En fin, que justo en un momento en que no había ningún otro vehículo por todo aquello, yendo por mi senda izquierda, un poco más allá de la UCI, Compay se encajó en una furnia por el costado opuesto al mío, se escuchó un estruendo indescriptible, un trueno que vino desde abajo, vi cómo dejaba tras de mi una estela de chispas y sentí que el timón era una burla. En segundos, todo el horror del reino de este mundo, el esfínter a punto de abrirse y un subidón de adrenalina incontrolable. El cerebro humano es la hostia. Y los reflejos una cosa esplendorosa. Que no le pasara nada a mis niñas y a Deymi fue lo único que tuve en mente. Conseguí a duras penas, no me pregunten cómo porque nunca he sido Fangio ni Vin Diesel, mantener el control de Compay y con él cojeando ya, me arrimé a la derecha sin frenarlo a sabiendas de que el pobre estaba fuera de combate y tenía que alejarme del Superbache para evitar que otro vehículo tratando de evadirlo me embistiera. Cuando finalmente mi viejito paró y yo atiné a abrir mi puerta y salir a la calle y supe que todos estábamos bien me entraron unos deseos imperiosos de escupir, estornudar, toser, vomitar, orinar y defecar al unísono. Todo a la vez. Hasta los pensamientos se me salían por los oídos. Fue una sensación que no se la deseo ni a mi peor enemigo.
Miren: si desde un auto en marcha esa carretera o autopista parece negra, cuando estás en ella parado en tus piernas todavía temblorosas y sobreviene el silencio, es la orfandad total. Sientes que eres José Tejedor. Viene otro pánico: que no te vean a tiempo los que vienen a toda leche (rastras enormes con luces como carrozas o sin ellas, camiones de toda clase, almendrones, motocicletas de las buenas y de las malas) y hagan de ti y de los tuyos polvo enamorado. Un desastre peor aún. No sabía si mantener a salvo a las niñas dentro de Compay o sacarlas al negro andén con unos mosquitos de la NBA que ya estaban dándose banquete de sangre citadina. Cualquiera de las opciones era tan peligrosa como la otra. Desde que me dispuse a cambiar el neumático intuí que Compay no caminaría. Vi hierros fuera de su lugar o torcidos. Aún así logré poner el de repuesto, encendí el carro y no avanzaba ni retrocedía. Trancado. Tetrapléjico. Llamé enloquecido a Benny mi mecánico y a mi suegra, que en 30 minutos ya estaba en el lugar de los “desechos” con un buen amigo ariguanabense, le contesté a Violeta Rodríguez que me preguntaba en un mensaje a qué hora y en qué canal pasaban “Diecisiete Instantes De Una Primavera” y de paso le eché el cuento, a Dania Fleites que andaba por Güira, a medio San Antonio de los Baños, a Frank Delgado y Mildrey Ruíz, a mis más que hermanos David Y Dina que solidariamente acudieron desde La Habana para llevar a mi familia a buen recaudo, a dos “grueros” y a una cooperativa que tiene una “escandolina” (gracias Juan Carlos) de las que tienen güinche para levantar autos por delante y hasta a Arasay la gerente de El Sauce. Me tosté. Por poco llamo a Radio Reloj y a Marino Luzardo. Uno se comporta muy raro cuando de milagro no se muere. Sobreviene una euforia diarreica aguda.
Me quedé solo en medio de la nada, esperando la grúa durante tres mosquiteras horas, encendiendo a ratos el motor de Compay para no quedarme sin la ayuda vital de los intermitentes. Y de pronto pensé que debía ver al causante de toda aquella “cagástrofe”. Al BACHE. Y fui con la luz de mi móvil desandando mi recorrido. Hasta que apareció el hijoeputa. En esa carretera se abren unos baches rarísimos. Parecen hechos por extraterrestres porque son divinamente redondos. Círculos rotundos. Y no son hondos, son abismales. El que me tocó tiene fácilmente 40 o 50 centímetros de la sima a la cima. Un asesino. El Luca Brassi de los baches. Tan profundo y perfecto que estoy pensando en volver allá, “azulejearlo” y usarlo de “minijacuzzi”. El que caiga en sus fauces a más de 100 kilómetros por hora (esa es una vía rápida) puede y debe matarse. Acaba de contarme un amigo, que allí mismo su primo cayó manejando una moto y en el encontronazo perdió un riñón y el bazo.
AT LAST: afortunadamente vivos todos, Pelusa incluida. Pero Compay Tercero perdió para siempre un neumático que me “costó un huevo” y cuatro meses de espera para importarlo, una llanta de Peugeot (que supondrán están regaladas en el mercado negro), la parrilla, el muñón que asegura la rueda y el amortiguador derecho. Casi nada para un auto que no se fabrica desde el pasado siglo en un país que deja importar de todo y en cantidades. Lleno “hasta la cocorotina” de tiendas de repuestos automotrices y a precios más que módicos. ¿Verdad que sí? Un carnal, cómplice de mil batallas, me dijo dos días después del “bachericidio” que debería pedirle al gobierno que me indemnizara por los daños, que le pasara la FACTURA. No lo escuché porque me entra una sordera terrible en momentos en que me dicen esas ingenuidades. Lo miré con la misma cara que un buey mira a un piano. Cuando me lo repitió ayudándose de lenguaje de señas y caí en la cuenta de su propuesta, pensé más bien, en FRACTURAS.
El actor cubano analizo después la situación de los cubanos y los problemas en las carreteras
¿Por qué? ¿Por qué los ciudadanos de este país, peatones, pasajeros y choferes tenemos que estar expuestos a semejantes peligros en carreteras y calles que están en paupérrimo estado sin mínimas condiciones de seguridad para nuestras vidas? Por todo aquel monte no había un cartel de alerta, un mechón, una vela. ¿Por qué la familia cubana tiene que sufrir con más frecuencia de lo normal la pérdida o la mutilación de sus seres queridos en accidentes de tránsito? Un país que tiene una salud pública gratuita, en el que cualquier hijo de cubanos comunes puede operarse a corazón abierto o tener un implante cloquear, hacerse una tomografía axial computarizada o consumir medicamentos costosísimos sorteando miles de impedimentos para acceder a ellos, no debería permitirse eso. No quisiera creer que la gratuidad de los servicios médicos trae aparejada cierto grado de indolencia en el cuidado de las vidas humanas. ¿No es la vida humana lo más preciado, según escuchamos y leemos a diario? ¿Cuántos recursos costosísimos y escasos emplea el sistema de salud cada vez que ocurre un accidente múltiple o individual provocado por el estado deplorable de la red vial? ¿Cuánto le cuesta al erario público movilizar dirigentes, militares, representantes de organizaciones de masas y familiares de los damnificados cada vez que acontece uno de esos grandes accidentes? ¿Alguien o alguna entidad ha investigado seriamente cuánto invierte Cuba en piezas de repuesto para el parque automotriz nacional o cuánto en tener que sustituir gran parte de ese parque porque no hay vehículo que soporte el mal estado de nuestras calles? Cuando se sucedían uno tras otro los accidentes de ferrocaril, se tomaron las medidas pertinentes y se solucionó el problema de las líneas férreas. Luego de la lamentable caída del avión de Cubana con destino a Holguín, dicen que el gobierno tomó y sigue tomando medidas de todo tipo para que no vuelva a ocurrir algo parecido. ¿Y las calles y carreteras para cuándo?
No siempre y no todos los choferes manejan en estado de ebriedad. La culpa no es solo del alcoholismo. ¿Me dirán que el gran culpable es el “bloqueo imperialista”? ¿Otra vez? Arránquenme la cabeza si quieren, pero opino humildemente que bien podrían dejar de edificarse unos cuántos hoteles y campos de golf y otras chucherías por el estilo y darnos calles y caminos más decentes ahora, no en el 2030. Nos los merecemos. Seguimos aquí. Debe ser una decisión gubernamental.
San Antonio de los Baños se habría salvado si Michelle Obama o uno de los tres Papas hubiese insistido en visitar la EICTV. ¿Hay que esperar visitas de altos dignatarios para pavimentar bien y de forma duradera las calles que éstos incluyen en sus recorridos? ¿Todo el pavimento se lo llevan las obras que con carácter estratégico se levantan hoy? ¿Vale más la impresión que se lleva un turista que la mala impresión de un nativo que ve durante años el mismo bache frente a la puerta de su casa con heces y orinas dándole al panorama un toque de color y aroma? ¿Saben el costo político de ver la calle en que vives, desbaratada, sin que pase algo renovador? ¿Que un joven de veintitantos años le diga a su novia; “mira, ese bache es de cuando yo estaba en cuarto grado”? Lo peor que le puede suceder a una utopía es que cada vez más parezca una utopía. Nunca nos dijeron que el Socialismo tenía que ser feo, descascarado, fétido. Tenemos baches por nuestros campos y ciudades que duran decenios, que nunca cierran, inmortales, inamovibles. Y muchos de los que reparan deben estar rellenados con leche en polvo y saliva o con migajón de pan de flauta porque a la semana de darlos por tapados resurgen como aves fénix. Tiene que existir en el mundo algún tipo de chapapote o resina que sea duradero. ¿Los chinos? ¿Los vietnamitas?
¿Hay materiales para las bellas carreteras que conducen a los turistas hasta sus lugares de estadía temporal y no para nosotros? La prensa extranjera agudiza más sus críticas contra Cuba cuando el muerto lo pone un foráneo. ¡Cuidado! Hay una escuela internacional de cine, televisión y video en San Antonio de los Baños llena “hasta el gollete” de extranjeros. Alumnos y profesores de tres continentes que a diario hacen el mismo camino que yo hice el viernes pasado y también de noche cuando regresan de festivales, estrenos, conciertos, etc. ¿Qué pasaría si…? ¿Tiene que esperar una provincia a ganar la sede del acto nacional de alguna efeméride histórica importante para que sus calles sean entonces remozadas o reconstruidas? ¿No puede adquirir el país suficientes fábricas de materiales para pavimentar todo el año y en muchos sitios a la vez? ¿Si el Estado no puede asumir toda la red vial del archipiélago no pudiera pensarse en licitar el arreglo de buena parte de la misma con cooperativas o cuentapropistas? ¿Por barrios, por municipios?
Si la noche del 5 de Octubre pasaba lo que no quiero pensar ni escribir y hubiera quedado vivo, hoy estaría loco de remate, pensando en suicidarme por la culpa o caminando de un lado a otro de la Plaza de la Revolución con una dura pancarta en las manos. O las tres cosas a la vez.
Quien dude de lo que digo, lléguese cerca de la UCI y busque el foso que intentó cobrármela. Háblele, explíquele, retrátelo, fílmelo, deposítele un ramito de flores. Luego póngase en mi lugar. Sustituya a su familia por la mía. Haga entonces la película en su cabeza con esos protagonistas. Y verá que difícil se le hará venir a decirme que aireo estas cosas porque estoy añorando que “el árbol se caiga” para hacer leña de él, porque quiero “darle armas al enemigo”, hacerme a la carrera de un pedigrí de contestatario o alguna mierda de ésas. Soy un cubano que ama a Cuba y a mis cubanos. Mis hijas están primero que TODO. Y estuve a un punto de perderlo TODO. Es la verdad pura. Monda y lironda. Sufrió el padre de ellas el “padre” de todos los sustos. Tengo testigos. Y eso sí, que no se los perdono, pues si se los perdono, seguro que lo olvido