Una carta a Santa Claus se ha vuelto viral en las redes sociales en el marco de las penurias sostenidas que viven los cubanos en la isla.
En una nación donde las necesidades más elementales escasean como el aceite, un recurso indispensable, es tan limitado que se ha convertido en una representación de escasez, sin embargo Christian Arbolaez, el creador de la carta pide algo aún más preciado: esperanza.
“Tráeme un pedacito de esperanza, aquí hace más falta que un litro de aceite”, dice el cubano en una publicación compartida en Facebook.
Con un toque humorístico e ingenioso, comienza reconociendo las deficiencias del sistema cubano: “No sé si esta carta te llegará, porque por aquí el correo anda más lento que un camión de caña en carretera mala. Pero igual me arriesgo, porque si alguien puede hacer milagros en diciembre, ese eres tú”.
En su escrito, Christian ilustra los desafíos que enfrenta la vida cotidiana en Cuba: frecuentes cortes de electricidad que interrumpen el sueño, escasez de agua que obliga a las personas a buscar baldes en los depósitos comunitarios y la falta de alimentos y medicamentos vitales.
La correspondencia va más allá de abordar simplemente necesidades fundamentales. De una manera más contemplativa, el autor hace un llamado a un cambio transformador en las circunstancias de la nación.
“Que el mal termine, que las nubes dejen pasar la luz, y que los días oscuros se conviertan en mañanas claras”, una petición que transmite un anhelo universal: la aspiración de cambio que innumerables personas buscan pero que cada vez parece más inalcanzable.
La nota final expresa gratitud hacia Papá Noel: “Gracias, Santa, por escucharme. Yo sé que tienes mucho trabajo, pero si pasas por aquí y ves una lucecita, no es mi arbolito; es la vela que tengo encendida para que se cumplan mis deseos y alumbrarme”.
A continuación la carta completa
Querido Santa:
No sé si esta carta te llegará, porque por aquí el correo anda más lento que un camión de caña en carretera mala. Pero igual me arriesgo, porque si alguien puede hacer milagros en diciembre, ese eres tú.
Primero, déjame decirte que por aquí las cosas no están fáciles. La corriente va y viene como si estuviera jugando a las escondidas, y uno ya no sabe si sacar el ventilador o abanicar con la tapa de un caldero. El agua, ni hablar, me he vuelto campeón olímpico cargando cubos desde el tanque de la esquina. Pero bueno, no te escribo para darte quejas, sino para pedirte unas cositas, porque de tanto oír hablar de ti, creo que puedes hacer más que otros…
Si puedes, tráeme un pedacito de esperanza, que aquí hace más falta que un litro de aceite. Y hablando de aceite, no sé si en tu bolsa mágica caben un paquete de pollo y un poco de arroz, porque sería un milagro poder hacer una cena decente este fin de año. Si no hay espacio, aunque sea un poco de café, para que el día empiece con olor a ilusión.
Otra cosa, Santa: ¿Podrías dejar en mi casa un ventilador nuevo? Este mío parece que quiere jubilarse, y con este calor, uno no duerme ni en sueños. Y si te sobra algo de tiempo, pasa por la farmacia del barrio y rellena las estanterías, algo aquí es más difícil que ver un unicornio en bicicleta.
Ah, y si no es mucho pedir, llévale a mi vecino un saco de paciencia, porque siempre anda bravo con el mundo, aunque yo creo que lo que necesita es una buena noticia.
Pero, Santa, si tienes algo más grande en tu saco, quiero pedirte algo que nadie se atreve a decir: que se termine el mal. Que la tormenta deje de ser perpetua y las nubes dejen pasar la luz. Que el viento sople para limpiar lo viejo y dar paso a lo nuevo. Que el agua riegue la tierra en lugar de ahogarla. En fin, que los días oscuros se conviertan en mañanas claras y que la esperanza florezca en cada rincón.
No sé si me has leído antes, pero por si acaso te aclaro que yo no quiero lujos ni extravagancias. Solo un poquito de tranquilidad, de esa que llega cuando las cosas funcionan y no hay que estar inventando tanto para resolver lo básico.
Gracias, Santa, por escucharme. Yo sé que tienes mucho trabajo, pero si pasas por aquí y ves una lucecita, no es mi arbolito; es la vela que tengo encendida para que se cumplan mis deseos y alumbrarme.
Con fe (y un poco de hambre),
Un cubano desde la isla.
Christian Arbolaez
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