Según informa un reportaje de «El País», Juan Pablo Escobar, hijo del conocido narcotraficante Pablo Escobar, denuncia que la popular serie ‘Narcos’ ofrece una visión adornada de lo que sucedió y asegura que su padre fue mucho más cruel que en la pantalla.
«Mi padre era mucho más cruel que el Pablo Escobar de Netflix. Está llena de errores. Para empezar: yo no era un niño. En la serie parezco Benjamín Button, cada vez soy más chiquito, aparento ocho años. Yo tenía 16 años cuando murió mi padre. Y me enteraba de todo. Él siempre me contó que era un bandido, un narco. Veíamos la televisión y no le temblaba la voz al decirme: esa bomba la puse yo. Y discutíamos», aseguró Juan Pablo, quien ahora tiene 39 años de edad y se llama Sebastián Marroquín.
Contrariamente a lo que podría pensarse, Juan Pablo no encubre la verdad a la hora de referirse a su padre: asegura que Pablo Escobar fue aún más cruel y no oculta su preocupación por el romanticismo con que se presentan los crímenes de narcotraficantes.
«Mi padre era mucho más cruel de lo que se refleja en la serie. Sometió a un país con el terror (…) Hay miles de víctimas y un país detrás que merece respeto. Están inculcando una cultura en la que parece que ser narcotraficante es ‘cool’. Me están escribiendo jóvenes de todo el mundo que me dicen que quieren ser narcos y me piden ayuda. Me escriben como si yo vendiera ‘tickets’ para ingresar a ese mundo», revela.
El hijo de Escobar, que ahora vive en Argentina, ha contado que tuvo que entregar todos los bienes del narcotraficante al Cartel de Cali a cambio de salvar la vida. Tras la muerte de Escobar, que, según su hijo, se suicidó al verse rodeado por la policía.
Marroquín y su madre se vieron obligados a entregar todo que tenían para salvarse, ya que todos los Escobar fueron sentenciados por otros cárteles de la droga.
«Les pedimos que nos dejaran vivir. Yo fui con mi madre a esas reuniones. Nos exigieron que entregáramos la totalidad de los bienes como parte del botín de guerra. Ellos sabían todo lo que tenía mi padre. La consigna era simple: si esconden una sola moneda les matamos. Así salvamos nuestra vida», relata.
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