Los tres conductores (Camila Arteche, Leo Benítez y Carlos Solar), el trío de jurados (Lizt Alfonso, Santiago Alfonso y Susana Pous) y las tres parejas finalistas (7, 8 y 10) bailaron a lo largo de la Gran Final en la primera temporada del programa televisivo «Bailando en Cuba», el cual ha mejorado notablemente la desaliñada programación dominical nocturna en la Isla.
Cada una de las tres parejas debió interpretar un popurrí de ritmos cubanos, un número de su elección y una improvisación final.
La pareja ganadora, la número 8, tuvo el acierto de elegir Cuba, isla bella, el nostálgico y rítmico canto de amor de los Orishas, y ambos desplegaron carisma, imaginación, inteligencia, dominio escénico y una sólida relación de pareja.
En el sitio oficial de «Bailando en Cuba» se dice sobre ellos que «suelen ser una bella mezcla de dinamismo y glamour; en escena logran la sensación de llevar mucho tiempo bailando juntos por la limpieza y la seguridad de sus movimientos. Lo cierto es que desde que se vieron lograron una especial química que se advierte en cada paso».
Entre las inexactitudes del espacio también se cuentan unos segmentos intercalados larguísimos y no siempre relacionados con el perfil y propósitos del espacio.
Además, las tomas de cámara y “switcheos” también olvidaban, en busca de planos espectaculares, lo que el televidente quiere ver: a los concursantes bailando en una escala que permita apreciarlos íntegramente.
Sin embargo, a pesar de los pequeños desaciertos, «Bailando en Cuba» regaló a los cubanos diez semanas de entretenimiento, espectacularidad, y mejor comprensión de la música cubana en sus lindes bailables.