Testimonios recogidos por el portal CubaNet.org destapan el tráfico de mujeres cubanas a Moscú donde bailarinas terminan trabajando como prostitutas para pagar su deuda con traficantes de personas.
Una joven que había comenzado su carrera como bailarina en centros turísticos después de graduarse de la Escuela Nacional de Arte termino viajando con un empresario ruso a pesar de saber a lo que se exponía.
“Yo sabía que detrás de todo eso había algo más. Yo solo entré en el juego. Ya otras amigas de la escuela me habían hablado de Giorgi y de lo que iban a hacer en Moscú durante las vacaciones, pero aun así decidí irme. No le podía decir a Giorgi: ‘Oye, yo sé en lo que tú andas’. Tenía que seguirle el juego; si no, lo espantaba, y yo quería ir a Moscú a lo que fuera. (…) Entonces les dije a mis padres que me había ganado una beca de Danza y todavía ellos creen que voy a estudiar ballet clásico a Moscú”, contó la joven.
“En Cuba tenía que trabajar casi todas las noches hasta la madrugada y después eran ensayos tras ensayos toda la mañana. No tenía vida, y todo por un salario pésimo que se me iba en pagar la máquina (transporte) que me llevaba y traía. (…) Un día me encuentro con una amiga de la escuela y me dice que viajaba todos los años a Moscú y que ganaba cantidad de dinero en cada viaje. Entonces me embullé porque buscaban jóvenes negras, de buen cuerpo, no importa que supieran bailar bien, la cosa es que tuvieran picardía. (…) Al poco tiempo me escribe Giorgi, pero todo en tono como que quería amistad y romance, en ningún momento hablamos de prostitución ni de contratos, todo fue como de novios. (…) Ya cuando llego a Moscú es que Giorgi me habla claro. Tenía que pagarle los gastos de pasaje y alojamiento más un porciento y lo que yo ganara extra era todo mío. Y a mí me pareció genial”, siguió la joven.
“Pienso quedarme hasta finales de septiembre. (…) El año pasado, después de pagar la deuda con Olev, me quedé con tres mil dólares limpios, sin contar lo que gasté en ropas y cosas para la casa. (…) Yo jamás iba a hacer ni la décima parte de eso en todo un año, aunque bailara los siete días de la semana sin descansar. (…) Al final en Cuba uno termina haciendo lo mismo. Bailas para los extranjeros y después terminas acostándote con ellos por unos dólares y ya”, dijo otra de las bailarinas que tiene 20 años.
“Mi padre es militar y mi madre es profesora de secundaria, pero ellos no saben nada. Para ellos yo tengo un contrato de trabajo en una escuela de baile allá (en Moscú) y están muy contentos. (…) Bueno, yo les traigo de todo. Antes se quejaban por haberme dejado estudiar Danza, sobre todo cuando me veían llegar de madrugada, ojerosa, cada día más flaca, pero ahora me ven como alguien que ha logrado algo bueno. Yo no les puedo quitar esa ilusión”, comentó.
Conmigo trabajan cuatro cubanas. Todas somos negras o mulatas, porque somos muy demandadas y nos pagan muy bien. (…) Ninguna estudió conmigo, pero hay dos que son graduadas de Danza en La Habana y otra es de Camagüey; la otra no sé, porque no me llevaba muy bien con ella y siempre estaba quejándose (…). Nadie que está allí está obligada (…). Bueno, no te puedes ir hasta que no pagues la deuda. Olev se queda con el pasaporte y con los pasajes y hasta que no le pagues no puedes salir del apartamento sola. (…) Si quieres ir a la tienda, por ejemplo, tienes que ir con él o con Serguei, que es el que nos cuidaba por la noche, incluso llevaba pistola. Mientras no pagues no puedes salir, ni siquiera asomarte al balcón, pero vale la pena, al final vale la pena”, dijo.
“Tengo que aprovechar mientras tenga juventud y la gente pague por eso. Después pienso regresar a Cuba y comprar mi casa en La Habana, comprarle una casa a mi madre, y tal vez poner un negocio que nos dé para vivir. Pero también puede ser que me embulle y me quede por allá. Aquello, con todos los problemas que tiene, está mejor que esto. Incluso, si me enfermo, hay más médicos cubanos allá que aquí” dijo otra de las jóvenes que se encuentra «trabando» en Moscú.
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