Los cubanos que vivimos —dentro o fuera de Cuba— el primer Clásico Mundial de Béisbol en 2006, seguro coincidiríamos en que, por buen tiempo, la alegría de aquellos instantes, no volverá.
Ciertamente, fue bueno haber visto una novena como aquella dirigida por Higinio Vélez, donde brilló una combinación entre juventud y experiencia, de Ariel Pestano, Pedro Luis Lazo y Eduardo Parte, hasta Yulieski Gurriel, quien debutó con apenas 22 años en el más grande torneo beisbolero que recuerdo haber visto.
¡Volverán esos tiempos! Será difícil, porque el Clásico Mundial de Béisbol, más que engendrar el desafío de cualquier jugador —sea profesional o amateur— defendiendo la camiseta de su país, les destapó los ojos a los peloteros cubanos.
A los talentosos, los puso a reflexionar con la idea de probarse al más alto nivel de este deporte: El béisbol de la MLB. A los veteranos, les activó el dolor de cabeza y la pura frustración, por ver escapar sus años mozos en una pelota amateur que, al final, les dejó ceñudos bostezos a lo largo de su tiempo más perfecto.
En tanto, para aquellos que quizás no eran súper estrellas, pero se veían con posibilidades de buscar mejores opciones, el Clásico Mundial les activó el bichito de zarpar por un sueño irreal, donde jugar en Cuba era una pesadilla. En fin, todos, desde los jugadores hasta la prensa, fortalecimos la viril idea de que —en ese entonces— aún éramos una potencia a descubrirnos, como jamás dejamos de serlo antes de 1960, en materia profesional.
Discutir con varios de los principales equipos del mundo, todos rebosados con sus jugadores ligamayoristas, mientras nosotros nos resumíamos a esos peloteros que llamamos “patriotas”, simplemente porque están dentro del país. Fue, es y será el principal detonante para que, un día, algún día, vuelvan esos desafiantes bríos beisboleros a la isla.
Por ahora, y mientras que la política hostil sea la frazada que limpie al béisbol cubano —achantado en un bache que atenta contra todo show—, el brillo jamás va a hacerse eco de nuestro pasatiempo nacional.
En marzo, Cuba irá a combatir el espejismo del menosprecio en los diamantes japoneses donde se jugará el IV Clásico Mundial de Béisbol, pero sabemos desde hace mucho tiempo, que la magia de envolver a todo un país esperando éxitos y sueños… ¡no volverá!
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