La disidencia cubana ha calificado la nueva ley electoral aprobada por el régimen de La Habana este fin de semana como antidemocrática, puesto que prohíbe las elecciones directas, entre otras limitaciones con las que cuenta, informa Martí Noticias.
Juan Manuel Moreno, director del grupo Candidatos por el Cambio, desde la capital cubana dijo que «es una ley electoral totalmente viciada, estalinista y pensada para perpetuar en el poder a los corruptos».
La nueva legislación estipula tres tipos de elecciones: municipales, nacionales para elegir a los diputados, y la de gobernadores, una nueva figura creada por la Constitución que aprobaron recientemente.
Moreno explicó que el llamado Parlamento es «una asamblea dócil y servilista que aprueba unánimemente todos los dictados del Partido Comunista».
Por su parte, Enix Berrios, presidente de la Mesa de Unidad Democrática, advirtió que «todos los cargos pasan por un filtro y nunca va a tener un carácter democrático, directo y abierto por parte de la ciudadanía».
Según la nueva ley en las asambleas de vecinos se proponen a los delegados municipales, cuestión que es falsa, ya que no funciona en la realidad de esta manera.
A su vez los diputados elegirán al presidente y vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, manteniendo vedado el voto directo en elecciones presidenciales.
Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, expuso que la Ley Electoral reduce la composición del Parlamento y el Consejo de Estado y es la primera disposición jurídica de la Constitución de la República.
El líder de la Mesa de Unidad Democrática cree que «esta en sintonía con todo el entramado normativo que está implementando como proyecto político las autoridades cubanas».
Las campañas políticas y el financiamiento de candidatos siguen siendo cuestiones prohibidas con la nueva Ley.
La votación sobre la nueva legislación no tuvo votos en contra, tradición de unanimidad que persigue al Parlamento cubano desde hace más de cuatro décadas, acotó la periodista independiente Yoani Sánchez, en crítica a la falta de disenso, requerimiento básico para que exista una democracia.