No es sorprendente que los coches sean muy caros en Cuba. Con décadas de bloqueo, la Isla se hizo famosa por los «híbridos» de los años 50 del acero americano. Las partes eran tan difíciles (o imposibles) de conseguir que los lugareños las creaban, o modificaban partes de otros coches para adaptarse a partes procedentes de diferentes vehículos.
En los últimos años, el Gobierno ha relajado muchas de las órdenes originales puestas en marcha por Fidel Castro y ha permitido importar coches coreanos y chinos en cantidades muy limitadas (2.000 al año).
Los consumidores pueden comprar y vender automóviles usados a voluntad sin la aprobación del Gobierno, sin embargo los coches nuevos todavía tienen que ser vendidos a través de concesionarios autorizados por el Gobierno.
Con los cambios económicos que el Gobierno trajo – y el entusiasmo de tener un nuevo socio comercial sobre el agua – el mercado de automóviles usados comenzó a calentarse.
La gente podía traer en efectivo de familias en el extranjero (a saber, los EE.UU.) y esto significaba que ahora tenían dinero para comprar un coche. Sin embargo, debido a que la oferta sigue siendo limitada, el mercado empezó a comportarse como otros mercados de productos de alto valor: el valor de cada coche empezó a subir y otros se dieron cuenta de que su coche usado aumentaba de valor poniendo los precios cada vez más altos.
Posteriormente, los coches usados se vendían a precios premium, igual que en otros países como Singapur.
Con la noticia de que Estados Unidos planea revertir partes del acuerdo firmado por Obama, los cubanos podrían tener que apretarse el cinturón – el presidente Trump quiere limitar los dólares que van al Gobierno y permitir más libertad de elección en el sector privado, sin embargo es probable que sus sugeridas reversiones devuelvan el dinero al gobierno de Castro.
Es posible que los cambios depriman los precios del automóvil a medida que el mercado vacila y los compradores ralentizan su actividad poniendo así presión sobre los precios de los productos.
Esto podría asegurar que el mercado cubano de autos usados se vuelva similar a otros mercados donde los productos tienen un precio razonable.
Todo el mercado es un ejemplo clásico de cómo los gobiernos (tanto a nivel local como global) pueden afectar la fijación de precios de un producto en un mercado que en teoría debería estar administrándose a sí mismo.
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