Desde hace varias semanas, las discusiones en torno al Hotel Torre K-23 en el Vedado han proliferado en las redes sociales cubanas, con numerosas personas considerándolo como una afrenta a la población por parte del gobierno.
A medida que se acerca la inauguración del edificio, el descontento público se intensifica. Los residentes lo han calificado como una cuchilla que atraviesa el horizonte de La Habana, lo que simboliza la indiferencia del gobierno ante las necesidades genuinas de los residentes de la isla.
La Torre K-23 es completamente innecesaria. Lo que realmente deseamos los habaneros es una ciudad ordenada, calles sin grietas y limpias, acceso a alimentos, electricidad, agua potable y, lo más importante, libertad, según expresó una usuaria en una publicación de CiberCuba.
Originalmente concebida como un símbolo para los turistas, la opulenta torre ha sido apodada “El mirador de la miseria” en las redes sociales, lo que pone de relieve la frustración generalizada por las disparidades que encarna.
En las opiniones de algunas personas se puede leer: «Es un imponente edificio que estamos pagando los cubanos con todas las carencias y el hambre que estamos pasando. Con lo que costó esa estructura, se podrían comprar unas termoeléctricas y el sufrimiento del pueblo hubiese sido menor por los constantes apagones»; «La Habana necesita la reparación de sus calles, de los edificios que están cayéndose, inversiones en la higiene, en los hospitales que dan pena, pero no en ese hotel vacío que al pueblo no le resuelve nada. Siento tristeza y vergüenza al verlo».
Un arquitecto cubano se ha pronunciado recientemente contra la insuficiente planificación urbana que no contempla las necesidades sociales, sobre todo en un entorno en el que el turismo no ha alcanzado las metas previstas. La viabilidad financiera de estos hoteles de lujo es incierta en medio de una grave crisis económica que afecta a Cuba.