Un número creciente de inmigrantes de América Latina está viajando hacia el norte. Algunos dicen que antes Estados Unidos era su primera opción. Pero las políticas del presidente Donald Trump les hizo reconsiderar sus planes y probar suerte en Canadá.
Pero los expertos piden precaución a las personas que están considerando hacer la travesía. Es más difícil de lo que parece, dicen, cumplir con los requisitos exigidos bajo las leyes de asilo de Canadá.
Un edificio de ladrillo rojo en Buffalo, Nueva York, es, para muchas personas, el primer paso en un largo viaje.
Se trata de una casa de seguridad que atiende a quienes se están preparando para cruzar la frontera entre Estados Unidos y Canadá.
«Personas de más de 180 países han estado aquí esperando sus citas con las autoridades canadienses de inmigración», dice Ulises Leonel, un inmigrante salvadoreño que trabaja como voluntario en el refugio.
El personal de Vive asesora a los posibles inmigrantes sobre las reglas para los refugiados que se dirigen a Canadá, en particular sobre el Acuerdo del Tercer País Seguro (Safe Third Country Agreement).
Ese acuerdo requiere que los refugiados busquen asilo en el primer país seguro al que llegan, lo que significa que las personas que ya han puesto un pie en Estados Unidos no pueden buscar asilo en Canadá.
Hay sólo unas pocas excepciones, como tener ya un miembro de la familia legalmente en Canadá.
Para la mayoría de la gente, hablar de la frontera con Estados Unidos evoca imágenes de paisajes desérticos, el río Grande o el anunciado muro de Trump. Pero en este camino rural, la escena es completamente diferente.
No hay ni una valla ni un río. Sólo un chorro de agua de nieve derretida y una pequeña marca fronteriza.
Roxham Road es una calle remota que conecta Champlain, Nueva York, con Hemmingford, Quebec.
Era un lugar en el que rara vez se veían patrullas de la policía antes. Pero desde febrero, los oficiales canadienses han estado vigilando de cerca.
En los primeros cuatro meses de 2017, más de 12.000 personas solicitaron asilo en Canadá, según cifras del gobierno. Eso es más de la mitad del número total de registrados el año pasado.
Desde enero, la policía canadiense ha registrado más de 1.000 cruces fronterizos no autorizados desde Estados Unidos solo en esta calle.
La mayoría de las personas que cruzan aquí, explican los funcionarios, dicen tener miedo de ser deportadas por las autoridades estadounidenses o estar preocupadas por las políticas de inmigración de Trump.
Hay una percepción de que es fácil inmigrar a Canadá, pero la realidad es más complicada. Al igual que cualquier otro país, dice, Canadá tiene normas estrictas para la concesión de las solicitudes de asilo.
El temor a ser deportado de Estados Unidos no es suficiente para pedir asilo en Canadá y los solicitantes de asilo que han estado viviendo en Estados Unidos por un tiempo probablemente tendrán aún más difícil convencer a las autoridades canadienses.
En los últimos años, Canadá cambió su sistema para dar respuestas más rápidas a los inmigrantes. En menos de dos meses, las personas que solicitan asilo presentarán su caso ante un panel. Los funcionarios responden normalmente dentro de un mes. Si la solicitud inicial es rechazada, hay un proceso de apelación que no dura más de seis meses.
Eso significa que los solicitantes sólo tienen 30 días para abandonar el país, ya que una orden de expulsión entra en vigor tan pronto como los funcionarios toman su decisión final.