El cubano Ruddy Guerrero Álvarez, graduado de Ingeniería Informática en la Universidad de Santa Clara, ha logrado desempeñarse como profesor en Pamplona, España, tras arribar a dicho país para realizar una maestría.
En una entrevista ofrecida al Diario de Navarra, el joven de 29 años explicó como su constante esfuerzo y dedicación le proporcionaron la dicha de convertirse en profesor en una pequeña ciudad de la península ibérica.
Ruddy, cuya especialidad consiste en la enseñanza de Python, un lenguaje de elevado nivel de programación, imparte clases en la Universidad Pública de Navarra y en la academia Algorithmics, percibiendo un salario notablemente superior al de la isla, donde solo ganaba 34 euros al mes.
Sin embargo, alcanzar esta meta no ha sido nada fácil, pues tuvo que desarrollar otros oficios con anterioridad. Actualmente, trabaja también en la compañía Sumitomo. Sin dudas, los logros obtenidos por él son el resultado de enfrentar disímiles desafíos no solo en el ámbito profesional, sino también en el personal y familiar, aunque confiesa que ello ha valido la pena en lo absoluto.
Asimismo, destacó que su inclinación por las ciencias comenzó en Cuba cuando apenas era un adolescente y que allí la informática era muy precaria, utilizándose equipos en extremo obsoletos, a los cuales les «dabas a ejecutar, te ibas a tomar café, volvías y aún estaba cargando».
Proveniente de una familia de clase media en la isla, considerada como pobre en virtud de los parámetros internacionales, Ruddy asistió a olimpiadas de esta disciplina, ganó a nivel nacional y llegó a clasificar para una competencia en Australia, pero el viaje fue cancelado debido a la carencia de fondos por parte del gobierno cubano.
No obstante, posteriormente obtuvo algunos triunfos en China, ocupando junto al equipo cubano el primer lugar en el Caribe. Luego de graduarse se quedó trabajando como profesor en la Universidad de Santa Clara, donde impartía la asignatura de Optimización. Sin embargo, la remuneración era muy baja y pronto vislumbró que sus posibilidades de prosperar estaban fuera de su país.
Su interés era superarse académica y profesionalmente, un aspecto desatendido por el gobierno de la isla hace décadas, situación que ha provocado gran frustración entre los graduados universitarios. Con el objetivo de cumplir su meta solicitó becas internacionales y afortunadamente fue aceptado por una de 6000 euros que le permitía estudiar un máster en la Universidad Pública de Navarra.
Debido a la falta de recursos para cubrir los gastos del viaje, recibió ayuda económica de su familia. Concretamente, su abuela extrajo todo el dinero que tenía en el banco y junto a otros ahorros de sus padres, el cubano pudo comprarse el boleto d avión con destino a España.
El ingeniero informático arribó a Pamplona en noviembre del 2020, cuando la pandemia de COVID-19 se encontraba en pleno auge. Se enfrentó a un entorno académico totalmente nuevo para él y a las limitaciones impuestas por dicha pandemia, entre estas el distanciamiento social.
Al respecto manifestó: «En la universidad había una silla vacía y al otro lado el compañero. ‘Nadie me quiere’, pensaba yo, pero mi madre me decía por teléfono que estuviera tranquilo, que era por el COVID-19. Al poco tiempo hice amigos».
A pesar de las adversidades, fue ampliando su círculo de amistades y se adaptó al estilo de vida de la ciudad, disfrutando de la belleza de la naturaleza y de los paisajes urbanos.
Teniendo en cuenta las implicaciones de la culminación de la beca para su estatus migratorio y motivado por su deseo de permanecer en España, comenzó a buscar empleo y precisamente le ofrecieron una oportunidad en Sumitomo, que le posibilitó satisfacer sus necesidades materiales y cambiar su visado por uno de trabajo.
En varias ocasiones ha celebrado los éxitos de sus discípulos, como por ejemplo el alcanzado por la joven Ariadna Puertas, quien obtuvo el segundo lugar en la Olimpiada Informática de Navarra.
Ruddy manifestó sentirse feliz por su traslado a España, aunque la nostalgia por sus seres queridos y su tierra natal no han desaparecido y durante el invierno se incrementa, lo cual no significa que se arrepienta de haber tomado semejante decisión.
Orgulloso de su profesión, el joven afirmó: «Me he encontrado en Navarra a personas geniales, que están dispuestas a ayudar, fiel a los principios. Mi abuela quería que fuera jugador de béisbol, pero si vuelvo atrás, hago lo mismo, soy ingeniero».