La Habana llega a su 505 aniversario en el peor momento de su historia, destruida por los infortunios del régimen más longevo del hemisferio, en medio de la escasez de agua, cúmulos de basura por doquier, apagones constantes y destrucción.
Sin embargo, más allá de que gran parte de la histórica ciudad fundada en 1519 ahora esté en ruinas por la desidia del comunismo, lo más desgarrador es la desesperanza que albergan sus habitantes.
El 16 de noviembre cuando la capital de todos los cubanos cumple años debiera ser una fecha de celebración y regocijo, sin embargo, hoy la enorme mayoría no tiene nada que celebrar.
Durante años los cubanos han tenido que despedirse de su hermosa ciudad para exiliarse, perseguidos por la necesidad económica y por una férrea dictadura que coarta y ha coartado nuestra libertad desde que se instauró en 1959.
Vivir en La Habana hoy, en 2024, es un verdadero viacrucis, con un perenne déficit de generación eléctrica no solo en la capital, sino en todo el país, los apagones en muchos de los municipios pueden durar hasta doce horas o más.
La crisis con el servicio de agua potable es otra de las grandes dificultades, en parte por las interrupciones de la electricidad, pero también por los problemas de suministro, y el deterioro del servicio hidráulico.
Otro acápite terrible es el de los desechos de basura que se descomponen en las esquinas de la mayoría de las calles, lo que se ha convertido en un fenómeno que afecta directamente la Salud Pública.
Sin olvidar, el déficit habitacional, la falta de mantenimiento y deterioro de las edificaciones habaneras, una ciudad reconocida por su belleza y majestuosidad en la década del ‘50 del pasado siglo, apodada en otrora “la perla del Caribe”, y reconocida como una de las siete maravillas del mundo, es lamentable que haya llegado a tal punto.