Hace solo unos meses, para asombro de muchos cubanos, la naranja apareció en algunas tarimas de los agromercados de la Isla, y aunque muchos recibieron con esperanzas la novedad, el color verdusco, las manchas negras en los hollejos y el sabor amargo para una naranja que debe ser dulce dejó con los deseos a más de uno.
Aquellos campos llenos naranjas y cítricos que se recogían en las llamadas escuelas en el campo, hoy son solo parte de un paisaje imaginario que parece nunca volver.
Otras frutas, viandas y hortalizas se mantienen intermitentes en los mercados del país, a veces aparecen un tiempo y luego desaparecen por meses. Sin embargo, el tema de la naranja y de otros cítricos como la mandarina, la toronja y el limón deambulan en la memoria de muchos cubanos como un recuerdo lejano.
Primero una plaga llamada Huanglongbing (Dragón Amarillo) acabó con las plantaciones de casi todo el país, luego la falta de inversionistas que pudieran rescatar la deprimida industria, la oleada de huracanes y los ciclos de sequía. Al menos esas están entre las principales causas que los directivos de la agricultura en la Isla aseguran, mientras una sustancial parte de las naranjas cubanas viajan con destino al turismo y a la exportación.
En los 80 Cuba se colocó entre los países de mayor producción de cítricos en el mundo, con más de 100 mil hectáreas dedicadas a este cultivo. La Isla caribeña estaba llena de polos productores. Entre ellos el de Jagüey Grande, Ceballos, La Cuba, Cubitas, San Andrés y Veguitas que hoy —lejos de tener aquellos inmensos naranajales— se dedican más bien a otros sembradíos y al procesamiento de frutas en conservas.
¿“Naranjas Cubanitas”? y ¿Lima Persa en Cuba?
Muchas de las naranjas que llegan hasta el consumo nacional son verdes o amarillentas, muy lejanas del atractivo color anaranjado brillante que tienen las naranjas de la marca comercial Cubanita comercializada por la empresa “Victoria de Girón”, que se ubica en Jagüey Grande, Matanzas.
Aunque claro, éstas que hasta etiquetas llevan, van destinadas a la exportación y también a abastecer el sector del turismo. Pero la naranja no es la única fruta exportable, otros de sus parientes más cercanos y aún más desaparecidos en el mercado nacional como la lima persa, el limón y la toronja también corren la misma suerte.
La Isla exporta no solo cítricos sino también concentrados de toronja blanca, rosada y roja, jugos simples de toronja blanca y rosada, además de los aceites esenciales que se derivan de éstas, las cuales pueden llegar a costar más de 10 000 dólares en el mercado internacional.
Renovar plantaciones, manejar mejor las plagas, buscar nuevas yemas para su cultivo, optimizar las técnicas de riego y cuidado, y encontrar inversionistas que puedan rescatar lo perdido. Todo eso y más le hace falta a la deprimida industria citricultora de Cuba.
Mientras no haya solución para eso y los pocos cítricos sigan viajando al exterior, no se podrá hablar, al menos en muchos años, de una recuperación.
¿Volverá Cuba a conseguir los años de esplendor que logró con sus plantaciones de cítricos?