Elena González es una mujer que perdió todo durante el huracán Milton que azotó el centro de Florida con gran potencia dejando a su paso destrozos considerables. Tanto ella como su esposo y su hijo que en aquel momento tenía 5 meses cruzaron la frontera por México en el 2015 y construyeron su casa en Cape Coral después de que la Ciudad del Sol, lugar predilecto de muchos inmigrantes latinos, quedara chico con respecto a sus ideas de lograr el sueño americano.
No obstante, González no pudo evitar romper en llanto cuando vio como quedó su casa después que el último huracán que pasó por Florida provocara que un cable de alta tensión cayera sobre el inmueble y ocasionara un voraz incendio que dejó la casa casi sin un objeto salvable y sin techo. “Este era mi sueño americano hecho realidad”, dijo Elena. Su vecina que apreció aquella triste escena caminó hacia ella para consolarla y le dijo que no llorara si ella había llegado de Cuba sin nada y le tocaba seguir adelante.
Esta zona de Fort Myer al suroeste del estado ha sido la casa de miles de inmigrantes en los últimos veinte años, sin embargo, mientras más personas eligen este lugar por sus características están claros de que hay algunos riesgos como los eventos climáticos que pueden cambiar el panorama de un día a otro, máxime cuando cada día el cambio climático del que tanto se viene alertando hace años atrás es más evidente que nunca, ejemplo de ello fueron los tres potenciales huracanes que afectaron en menos de tres meses el estado de la Florida.
Una vez que concluyó la II Guerra Mundial por la mitad de la década del cuarenta los inmobiliarios creyeron que Cape Coral era uno de los lugares más atractivos que existía frente al mar. En aquel momento tanto los soldados que entrenaban en el estado como los nuevos residentes consideraron que este era uno de los lugares de sol y playa más fascinantes del territorio.
Los promotores inmobiliarios que llegaron a Cape Coral diseñaron y construyeron muchos más canales que los que tiene la ciudad de Venecia y con la intensión de huir del invierno y vivir en el paraíso durante varios años se asentaron personas de color blanco y en su mayoría ancianos con buena solvencia económica. Toda vez que el estado fue incrementando su población y al mismo tiempo incrementaba la demanda inmobiliaria, las zonas repletas de humedales se fueron convirtiendo en barrios cargados de biplantas con piscinas hasta el punto de ser la zona de mayor construcción de viviendas a nivel nacional.
Lo más interesante fue que quienes se interesaban en comprar su primera vivienda elegían a Cape Coral como lugar para efectuar la compra y asentarse en su inmensa mayoría los residentes de habla hispana que hoy en la actualidad representan alrededor de una cuarta parte de los habitantes de Cape Coral-Fort Myers y aunque los precios de las viviendas se incrementan poco a poco sigue siendo más asequible que Miami.
Al respecto el profesor de bienes raíces de la Universidad del Golfo de Florida Sheldon Weeks considera que para 2030 el porcentaje de hispanos se sitúe en torno a los 20 años y en 20250 sobrepasará el 40%. “Más del 46% de nuestra matrícula K-12 en el condado de Lee es ahora hispana. Cuando me mudé aquí en 1997, no era ni de lejos eso”, aseguró el académico.
Dailyn Madrigal es otra cubana de 39 años que viajó hace más de veinte años en compañía de su familia a Estados Unidos y al igual que Elena y muchos otros se asentaron en la Ciudad del Sol y en los Cayos de la Florida, sin embargo, tuvieron que irse para el suroeste puesto que les fue un poco difícil competir con los negocios ya consolidados que existían en el lugar.
Poco a poco tanto ella como su familia empezaron a prosperar y ahorraron dinero. Ella decidió involucrarse en el mundo de los bienes raíces mientras su familia se dedicaba a la industria de la restauración. En la zona donde ellos vivían en el año 2021 inauguraron un restaurante cubano llamado Havana el cual contaba con una ubicación privilegiada y rodeada de otros negocios hispanos, además el propietario tenía precios amigables de hasta 10 años.
Eso hizo que Madrigal comprara el emprendimiento e involucró a la familia en el mismo ofreciéndole puestos laborales y dedicando horas para que la comida cubana saliera como si estuvieras en Cuba. Allí se ofrecía arroz congrí, cerdo asado, yuca con mojo, entre otros platos que añoramos todos los cubanos cuando estamos fuera de la isla. “Lo hacíamos todo con amor, como si te lo hubiera cocinado tu abuela”, resaltó Daylin.
El negocio había sido capaz de generarle sustanciales ganancias hasta que el huracán Milton se acercara y los tornados empezaran a originarse, uno de ellos logró desprender el techo del restaurante y rompió las ventanas con muchos de los muebles y adornos que había dentro del lugar, dos días después fue hasta allí para evaluar los daños.
Entre los daños que provocó el tornado está la destrucción de las congeladoras de exhibición de productos los cuales quedaron inutilizados, la máquina de café expreso de última generación quedó totalmente rota y el suelo estaba cubierto de aislantes y placas de techo. la potencia de los vientos fue tan relevante que lograron redoblar una torre de telefonía que estaba a una cuadra.
Mientras veía los daños en el negocio vio un adorno del lugar que estaba lleno de polvo y decía «lo mejor está por llegar», pero al mismo tiempo se preguntó: “Tanto sacrificio. ¿Para qué ha servido todo?”. Así mismo cuestionó que sería de las personas con los efectos del cambio climático. Ni madrigal ni su familia previeron que su negocio sería arrasado por un tornado de esa magnitud. Ahora no saben su el casero tiene un seguro capaz de correr con las pérdidas generadas ni tampoco creen que puedan pagar los intereses que se derivan de los préstamos de la Agencia Federal para el Desarrollo de la Pequeña Empresa.
Su padre, Manuel Madrigal también evaluaba los daños y merodeaba entre las cenizas todo lo que pudiera salvarse, muchos arreglos habían sido hecho por él. la pareja de Madrigal, Lester Roque recogió dos relojes con sus pulseras carbonizadas y rebuscaron en la zona donde se ubicaba el tocador para encontrar alguna joya que allí guardaban.
“Me siento frustrada, no por las cosas materiales, sino porque pensaba que éste era un país que protegía a su gente. ¿Y si mis hijos hubieran estado dentro?. Arriesgué mi vida para llegar aquí. ¿Por qué pago impuestos? Me parece una estafa”, denunció Roque.
Cuando llegaron a Estados Unidos hace varios años atrás vivieron por más de 10 años en un pequeño apartamento de Miami junto a otros miembros de la familia, pero decidieron ahorrar, trabajar horas extras y sin vacaciones muy costosas con el objetivo de salir adelante. La pareja que ahora es ciudadana estadounidense logró muchas cosas juntos entre ellos que Madrigal se hiciera agente inmobiliaria y su Lester camionero.
Cape Coral le dio la posibilidad de comprar el terreno para construir su casa y diseñarla a su estilo algo que nunca imaginaron tener en Miami y mucho menos en Cuba. El inmueble tenía cuatro dormitorios y capacidad para tres coches en su garaje y desde que empezaron la construcción supervisaron cada detalle de la obra.
La casa además contaba con buena ubicación ya que muy cerca de allí estaba el colegio de los niños y de la biblioteca de la ciudad. La madre de Elena tenía su propio dormitorio y apoyaba en el cuidado de los pequeños, su esposo agradece estar vivo ya que él estaba dentro de la casa cuando ocurrió el incendio y sus vecinos fueron los que lo rescataron de entre las llamas.
Roque es del criterio que el incendio se provocó por problemas de infraestructura porque los postes de electricidad no tenían la profundidad suficiente para resistir el impacto de los fuertes vientos del tornado. Todavía están a la espera de que la empresa de seguros se llegue al lugar para evaluar los daños y tramitar los préstamos requeridos que permitan empezar las reparaciones.
Según testigos de la zona casi todos los postes de bulevar Chiquita quedaron en el suelo por las ráfagas de viento de 40 mph, también alegaron que como no tenían la profundidad suficiente todas las viviendas de la zona corrían peligro. A ello súmele que los bomberos no pudieron sofocar el incendio debido a que la velocidad de los vientos podría afectar la integridad física de los equipos de rescate.
La zona sería inspeccionada en los próximos días por la Cooperativa Eléctrica del Condado de Lee la cual alegó que tanto ellos como los contratistas con frecuencia controlaban las normas de seguridad y en un comunicado aclaró que no era aconsejable sacar conclusiones sobre el caso en cuestión porque no conocían todos los hechos.
Lo cierto es que ambas familias cubanas se enfrentan a un panorama desolador y las pérdidas que poseen van más allá de ellas. Daylin es quien está encargada de ayudar a su abuelita que reside en Santa Clara junto a sus tíos, mientras que Elena y su esposo también tienen responsabilidades en Cuba que verán la disminución de las ayudas en lo que restablecen su situación actual.
Los vecinos de la zona que son inmigrantes hispanos en su mayoría decidieron brindarles ayuda en lo que puedan. Un venezolano que trabaja como agente inmobiliario consiguió un alquiler para que la familia de González pase unos días. Así mismo un conocido de ella publicó varias veces su situación en un grupo de Facebook de hispanos y en consecuencia han recibido ayudas humanitarias de dinero, ropa para niños, colchones y en otros casos le han expresado sus fuerzas para seguir adelante.
La familia de Madrigal también ha recibido el apoyo de la comunidad que ha llegado hasta el restaurante a recoger los escombros. Ella recuerda que desde que llegó al país solo lo que ha hecho es trabajar, incluso su padre el día que ella se graduó no pudo asistir a la ceremonia porque estaba trabajando en un restaurante en Miami.
Su pareja, Ordiel González se muestra un poco más optimistas y empleó la conocida frase «A mal tiempo, buena cara», reflejando la motivación suya ante escenarios complejos en los que suele ser bastante difícil sobreponerse. Otro adorno del lugar también mostraba que, aunque el camino sea duro de transitar hay que continuar batallando, se trataba de un carrillón de viento enredado en el que se leía: “Cuando vengan tiempos difíciles, pon cara de valiente”.