El 5 de octubre de 2015, Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, y otros ediles del Ayuntamiento de la capital, inauguraron en la esquina de la calle Saussure y el bulevar de Pereire, en el distrito XVII de la capital francesa, la calle Severiano de Heredia.
En las dos tarjas que existen a lo largo de esta arteria peatonal se puede leer algunos de sus cargos: ‘‘Diputado del Distrito XVII. Presidente del Consejo de París (1879). Ministro de Obras Públicas (1887)’’.
Nacido en La Habana, en 1836, y educado en París desde los 11 años de edad aproximadamente, este otro Heredia cubano fue el primer hombre de origen africano en obtener una cartera de ministro en un gobierno europeo y el único nativo del continente americano que ha ocupado el relevante puesto de la Alcaldía de París.
El gesto, para estos tiempos en que el lenguaje de la diversidad está de moda, tiene mucho de significación política. Y como suelen hacer los de la política, le han echado mano al único alcalde de París con orígenes africanos y le han rendido homenaje más de un siglo después.
Poco se sabe de la infancia de Severiano de Heredia. Los autores que han abordado su biografía (tanto en español como en francés) afirman que fue bautizado en la parroquia de Jesús del Monte, en aquel entonces en los campos aledaños a La Habana, el 4 de enero de 1837, como hijo de los esclavos liberados Henri Domingo de Heredia y Beatriz de Cárdenas.
En el acta de bautizo aparece como padrino Ignacio de Heredia Campuzano, terrateniente y propietario de esclavos, quien estaba casado con la normanda Madeleine Godefroy, con quien no tuvo hijos.
El conde de Jaruco, en «Historia de familias cubanas», menciona a Severiano como hijo adoptivo (e insinúa que natural) del mencionado Ignacio.
Muchos afirman que era más bien hijo del amo con Beatriz, su esclava, algo que explica por qué el amo decide adoptarlo desde su más tierna edad.
Los Heredia formaban parte de un clan de terratenientes de la isla vecina de La Española, establecidos en Cuba después de los episodios de la revolución haitiana.
Después de la muerte de su padre adoptivo (o biológico) en 1848, Severiano viaja con su madre a París y se instala definitivamente en la Ciudad Luz.
Severiano de Heredia estudia en uno de los mejores institutos de París: el Lycée Louis-le-Grand, sito en el bulevar Saint-Michel, oficializado con sus correspondientes cartas patentes por el Rey en 1563. Allí estudia durante nueve años, aprende la retórica y será recompensado con un Premio Honorífico en 1853.
Para ese entonces es un joven rico y consentido. Alguien que vive de sus rentas, pues ha heredado la plantación cubana de Santo Cristo y un centenar de esclavos. Puede permitirse lujos, frecuentar la ópera, los cafés en donde se mide el pulso de la vida mundana y la brillante sociedad parisina de esa época.
Es un diletante perfecto que escribe, de vez en cuando, críticas de arte para Le Gaulois, u otros textos para la Revue de París, y sueña con convertirse en escritor.
Por sentimiento patriótico, tal vez porque ya tenía previsto lanzarse en política, solicita y obtiene por decreto la nacionalidad francesa. Poco después, en abril de 1873, un mes antes de que ocupe la presidencia el general Patrice de Mac-Mahon, duque de Magenta, Severiano obtiene el cargo de Consejero municipal, en representación del barrio de Ternes (distrito XVII de París). Es su primer puesto de importancia en esta esfera.
A partir de su primera nominación, el cubano, naturalizado francés, será representante del departamento del Sena y en 1879 es elegido presidente del Consejo de París, un puesto que equivale hoy al de alcade.
Tenía 42 años y había sido designado por los ediles de un Ayuntamiento que se reunía entonces en el palacio de Luxemburgo por haber sido incendiado el original por los communards en mayo de 1871.
A principios de la Tercera República, la función de alcalde había dejado de existir. París se había enfrentado al Estado durante los episodios sangrientos de la Comuna y había quedado administrada por una asamblea de consejeros o representantes dirigidos por un presidente cuyas funciones eran aproximadamente las de un alcalde de antes y de nuestro tiempo.
Severiano de Heredia fue reelegido diputado del distrito XVII en 1881 y, finalmente, ministro de Obras Públicas en 1887, año en que comenzó la construcción de la Torre Eiffel, al final del mandato de Jules Grévy.
Por razones inexplicables, tal vez porque a fines del siglo XIX Europa se repartía África durante la conferencia en Berlín (1885) y porque la política colonial entraba en contradicción con su permanencia en un puesto gubernamental, el hijo de esclavos afrocubanos se convirtió en un personaje incómodo.
De las tinieblas del olvido lo rescata el profesor Estrade en un libro que lleva en portada una de las caricaturas inspiradas en él: Ce mulâtre cubain que Paris fit maire (Ese mulato cubano que París convirtió en alcalde), publicado en las ediciones Les Indes savantes, en 2011 (por ahora sólo en francés).
Y no porque no hubiera referencias de él en la prensa y en diferentes tras publicaciones, sino porque hasta entonces a nadie parecía importarle mucho la vida y obra de tan singular personaje.
Severiano de Heredia muere arruinado en 1901, en el mismo barrio en que comenzó su carrera política, muy cerca del parque Monceau.
Se dice que invirtió lo que quedaba de su fortuna en el desarrollo del automóvil eléctrico (en lo cual también se adelantó a su época).
Tuvo dos hijos de los que el varón murió pequeño y la hija, Marcelle de Heredia, fue una célebre neurofisiológica que tuvo sólo un hijo adoptivo: el pintor Carlos Lapicque, fallecido en 1998.
(Con información de el Nuevo Herald)