El dictador cubano, Raúl Castro, se puso en contacto con la embajada de Estados Unidos en Cuba para asegurarle al gobierno estadounidense que el gobierno de Cuba no tenía nada que ver con lo sucedido.
Castro le dijo al embajador Jeffrey DeLaurentis que estaba igual de perplejo por lo sucedido y por eso quiso aclarar el asunto en persona.
El gobierno cubano ofreció a Estados Unidos permitir el ingreso del FBI a La Habana para que investigara el hecho donde hay 22 diplomáticos afectados.
Lo que más llama la atención a los especialistas en temas relacionados en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es que Castro no negó que algo sucedió como hacen usualmente, simplemente defendió la inocencia del gobierno de la isla.